Una buena mañana te levantas con
la extraña idea de que, si quieres ser alguien en este ancho mundo
(precisamente ancho, no largo ni alto: ancho (y esto puede dar pie a una jugosa
entrada posterior)), además de tener una cuenta en Facebook, una en Twitter, una
en Linkedin y tener un Smartphone, tienes que tener un blog. No sabes de dónde
has sacado esa idea. Como no te acuerdas de haber recibido ninguna orden divina
en un sueño (porque siempre olvidas tus sueños, o quizás no los tienes, o los
has perdido antes de levantarte o incluso antes en algún lugar que no recuerdas),
decides que la idea es tuya, original y auténticamente tuya.
Contento con esa conclusión, te
sientas frente al ordenador, o coges el portátil y lo pones frente a ti. (Por
cuestiones de espacio, que una entrada de blog no ha de ser extensa, eliminamos
el aseo, el desayuno y cualesquiera otros detalles matutinos íntimos de tu
vida) y comienzas a teclear tu primera entrada.
Te encuentras pensando que quizás
una orden divina directa y explícita no hubiese sido mala idea, porque
seguramente ahora sabrías sobre qué escribir. Imagínate que a Noé no le
hubieran dicho qué construir para salvarse a sí mismo, a su familia y a dos
animales de cada especie. ¿Se le habría ocurrido hacer un arca? Hubiera sido
como lo es ahora para ti, que sabes que tu misión es hacer una entrada de blog,
pero no sabes que d… escribir. Noé quizás hubiera construido una balsa muy
grande, o un coche con motor V8 con mucho espacio (que se hubiera hundido a la
primera inundación de poca monta), o hubiera inventado el primer avión (que
hubiera sido partido por el primer rayo mínimamente serio), o se hubiera quedado
pensando tanto tiempo (como tú frente al ordenador) que el Diluvio hubiera
caído sobre él (y su familia y no sólo dos animales de cada especie, sino sobre
todos los animales de todas las especies) y su historia sería diferente.
Mientras piensas en estas cosas,
se te pasa por la cabeza una imagen cuanto menos singular: un lobo marsupial
(vamos, un tilacino de toda la vida). Para no extender la historia, terminas
montándote una entrada muy en condiciones sobre esta especie tristemente
eliminada de la faz de la tierra por el ser humano (¡Ah! ¿Dónde está Noé con su
arca cuando se lo necesita?). Muy contento con el resultado, añades un video de
Youtube sobre el tigre de Tasmania (como lo llamaban los colonos ingleses que se
lo cargaron sin misericordia), das un par de retoques al diseño del blog y publicas
la entrada.
Te conviertes con el tiempo (y
varias entradas más de tu exitoso blog) en una reputada autoridad sobre
especies extintas. Se te suben los humos a la cabeza. Entrevistas, rollos con celebrities que buscan tu compañía en
las fiestas, líos de drogas… Te ves envuelto en algún que otro escándalo de
corrupción. Sacas una autobiografía donde aireas detalles oscuros de políticos
y otras figuras públicas (que se vende muy bien). Una mañana te encuentran en
una habitación de hotel rodeado de botellas vacías y pastillas...
Muy interesante. Hiciste bien en levantarte un día con esa idea en la cabeza. Veo que tienes vena de bloguero.
ResponderEliminar